Roberto Burle Marx revolucionó el diseño de jardines en Brasil a mediados del siglo XX, transformando la percepción de la flora nativa y redefiniendo el paisaje urbano y la identidad cultural del país.
A pesar de que Brasil posee la mayor diversidad de flora del planeta, con más de 50,000 especies, la alta sociedad brasileña del siglo XX prefería jardines europeos y plantas importadas, despreciando la riqueza vegetal local.
En 1928, Burle Marx viajó a Alemania, donde descubrió su fascinación por la flora brasileña en el Jardín Botánico de Dahlem. A su regreso en 1930, se inscribió en la Escola Nacional de Belas Artes de Río, donde su mentor Lucio Costa le encargó su primer proyecto paisajístico, el jardín de la Casa Schwartz.
Su primer gran proyecto fue el jardín del Ministerio de Educación y Salud en Río de Janeiro en 1938, colaborando con Le Corbusier y Oscar Niemeyer. Este proyecto, con sus trazos orgánicos y el uso de plantas nativas, marcó un hito en el paisajismo brasileño, introduciendo el concepto de jardín tropical moderno.
Burle Marx, además de paisajista, fue un artista multidisciplinar, aplicando su amor por el color, la luz y las formas orgánicas en diversas formas de arte. Diseñó cerca de 3,000 jardines y numerosos parques y plazas públicas a lo largo de su carrera.
Entre sus proyectos más emblemáticos se encuentran el Paseo de Copacabana en Río de Janeiro y el Parque del Este en Caracas. En su finca en Barra de Guaratiba, creó un jardín experimental con más de 3,500 especies de plantas tropicales, que hoy es Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Burle Marx no solo celebró la biodiversidad brasileña, sino que también luchó contra la destrucción agrícola de los hábitats tropicales. Su legado sigue vivo, inspirando la integración de la flora nativa en el paisajismo moderno.